El 90 % de la población padece o padecerá algún dolor de
espalda a lo largo de su vida. Si separamos el dolor de origen reumático, los
accidentes, los problemas congénitos asociados a la columna o las patologías
graves, es posible llegar a encontrar la participación activa de las emociones
en el origen y la perpetuación del dolor.
Reprimir las emociones o expresarlas inadecuadamente
tiene consecuencias, desencadenando efectos sobre algunos órganos o partes del
cuerpo que se traducen en alteraciones digestivas, contracturas, bajada de
defensas en el sistema inmunológico, cefaleas o dolor de espalda.
El Dr. David Ponce en
su libro “El dolor de espalda y las emociones” relaciona determinadas
alteraciones musculares a un tipo de pensamientos o emociones:
Cuando se afecta la musculatura cervical, por ejemplo,
probablemente hay problemas con la esfera intelectual y temperamental; personas
que pasan muchas horas leyendo o escribiendo, personas que soportan mucha
tensión, exigentes y difíciles de contentar.
El dolor en la zona de
los hombros y la parte superior de la columna se asocia sobre todo a una
sobrecarga –un exceso de responsabilidad, imposibilidad de llevar a cabo todas
nuestras obligaciones-.
Las alteraciones en brazos y manos se relacionan con la falta
de libertad y la imposibilidad de dar a los demás y compartir.
Las alteraciones de la zona dorsal a menudo se relacionan
directamente con las emociones. Si nos fijamos en las personas que han recibido
una noticia desagradable, la zona más afectada es la del centro frénico; falta
la respiración y se ven afectados el diafragma, los pulmones y el corazón.
Cuando una noticia nos duele nos llevamos las manos al pecho, al corazón.
En la zona lumbar confluyen los miedos, las
dificultades económicas, la imposibilidad para tirar adelante y la sexualidad.
Finalmente al hablar
de las extremidades inferiores, haremos referencia a personas que les cuesta
tirar adelante, cuyo camino se trunca, cuyas rodillas se doblan y tienen
dificultades y tropiezos en la vida.
Detrás de un dolor de espalda se pueden esconder problemas económicos, familiares, de personalidad, problemas de pareja… Naturalmente, también la falta de ejercicio o una alimentación desequilibrada generan un desajuste del medio interno.
El estrés y los problemas hacen que la musculatura se contraiga y normalmente los músculos contraídos son los que más nos duelen, de modo que hacer estiramientos es una buena costumbre ya que un cuerpo flexible tiene una mayor resistencia.
Si estiramos la musculatura, también estiramos el sistema miofascial, lo que
contribuye a prepararnos para recibir cualquier estímulo estresante al que
normalmente reaccionaríamos con una contractura.
Fuente: Dr. David Ponce “El dolor de espalda y las emociones” y Olga
Lava.
Arantxa
Arregui Arizaga.
Un Abrazo
Fraternal
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